sábado, 21 de diciembre de 2013

EL AÑO VIEJO



Estaba cenando en casa de unos amigos cuando de pronto vino a mi mente, sin motivo aparente, la imagen de la peculiar tradición venezolana del Año Viejo, representado por un muñeco de tamaño humano elaborado con ropa vieja, relleno de paja, aserrín y cualquier otro material disponible. Generalmente, se coloca sentado en la entrada de la casa o amarrado a un poste en la calle. El 31 de diciembre a la medianoche se procede a incinerarlo, en donde el fuego es un símbolo que purifica el pasado, representado por el año que finaliza, y abre caminos para el Año Nuevo.

Según lo que pude investigar, esta tradición es común en varios países de América Latina. En Venezuela, es un ritual muy típico de la región andina y de algunos otros estados del país, su confección ha declinado, bien sea porque ya nadie tiene tiempo para elaborarlo o parece aburrido.

Durante los años de mi infancia, una de las vecinas siempre colocaba el muñeco atado a un poste, desde el primero de diciembre hasta la noche de su incineración. Con el transcurso del tiempo, ella dejó de elaborarlo por su edad avanzada y porque se los robaban, es una lástima que esta tradición haya menguado.

Adoraba asomarme a la ventana y verlo ahí, con su sombrero bajo el sol poco piadoso del llano venezolano. Era fácil encariñarse con él después de observarlo durante todo un mes, y su incineración despertaba cierta melancolía porque, vamos, a veces los Años Viejos no son tan malos como parecen.

¡Mis mejores deseos para todos, que la prosperidad y la alegría los abracen durante todo este nuevo año 2015!

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